De acuerdo con narrativas europeas e indígenas, la alianza entre los españoles y los tlaxcaltecas, con miras a la conquista de México Tenochtitlán, se selló a través de varios actos rituales, entre los que sobresale el bautismo de los señores de Tlaxcala, la unión de varios capitanes españoles con mujeres nobles pertenecientes a las principales casas señoriales de la región y el inicio del culto a varias imágenes católicas distribuidas entre los señores de Tlaxcala por el propio gran conquistador Hernán Cortés, artífice de México. Se dice que el Rey Gordo de Tlaxcala era tributario de los Aztecas, a quienes regaló a su hija favorita para que fuera ensalzada cual princesa con honores. Al haber acudido a su consagración entre oscuridades e inciensos notó que un sacerdote azteca tenía en forma de Chipe sobrepuesta la piel desollada de su adorable hija, lo cual horrorizó y por ello a la llegada de Cortes se convirtió en aliado de ellos contra los aztecas. Al principio, según varias fuentes, siguiendo el relato de Bernal Díaz del Castillo, los señores tlaxcaltecas hicieron ver a los españoles, con buenas razones, el porqué no podían abandonar del todo el culto a sus antiguos dioses, si bien mostraron su disposición a informarse sobre esos, los seres sagrados que protegían el avance de los españoles y la forma en que amaban el culto que profesaban a las imágenes de la Cruz y de la Virgen, misma que Cortes dejaría entre ellos. Con el tiempo estas imágenes marianas se verían estrechamente vinculadas con ciertas casas señoriales tlaxcaltecas y el triunfo que estos también conseguían sobre sus enemigos, los aguerridos mexicas fue considerado resultado de su protección y abrigo. Tlaxcaltecas y Españoles. Inmediatamente, al fundarse la cabecera de Tlaxcala, comenzó a erigirse la construcción del convento desde el cual los franciscanos centraron la organización evangelizadora de la provincia, con la advocación y amparo de la Virgen María, en su advocación de la Asunción, la que fuera esta la advocación elegida para convertirse en patrona de los todos los habitantes de Tlaxcala, nobles y maceguales, quienes continuaron colaborando como los socios fieles y activos en la conquista y poblamiento de distintos territorios. Según la tradición, en un día de febrero o mayo de 1541, el indio Juan Diego Bernardino, natural de Santa Isabel Xiloloxtla, topil del convento franciscano de Tlaxcala, iba de camino a visitar a sus enfermos, debido a una fuerte pestilencia que azolaba la región, cuando, en un paraje boscoso, vio arder un pino y presenció la aparición de la Virgen María, la cual le indicó la localización de un manantial cuyas aguas sanarían a los enfermos y librarían del mal a los sanos y le pidió que informara a los franciscanos de su aparición y de su decisión de quedarse junto a sus hijos tlaxcaltecas en un santuario cercano. Juan Diego Bernardino cumplió las órden dada y llevó a los franciscanos hasta ese paraje, donde encontraron el pino ardiendo, el cual, luego de ser partido por la mitad, reveló una imagen de bulto de la Virgen Maria, misma que fue llevada a la ermita cerca de San Lorenzo, donde empezó a ser venerada. Para finales del siglo XVII y particularmente durante el siglo XVIII el culto a la Virgen de Ocotlán se consolidó como una de las devociones marianas panregionales más importantes de la zona de Puebla-Tlaxcala. Su culto creció, construyéndose el conjunto basilical, soberbia muestra del estilo barroco-estípite, donde hasta el día de hoy mora la imagen y recibe a sus fieles. Asimismo, las casas nobles de Tlaxcala patrocinaron la producción de numerosas obras artísticas en las que se mostraba la aparición, el vínculo, los milagros y la predilección de la Virgen sobre sus hijos tlaxcaltecas. El patrocinio y protección de la Virgen María sobre una comunidad determinada se consideraba uno de los mayores privilegios concedidos, pues implicaba que su madre misma había volteado sus ojos hacia dicha comunidad, para vincularse con ella de forma preferencial y protegerla en su camino hacia la salvación, intercediendo por sus almas.
El culto a la Virgen de Ocotlán concentró y se volvió, con el tiempo, en el símbolo de la identidad tlaxcalteca comunidad, diversa y autónoma en muchos aspectos, pues permitía mostrar que, así como los mexicas habían sido beneficiados con la aparición de la Virgen María de Guadalupe, los tlaxcaltecas también habían sido visitados por la Madre de Dios, para fortalecer y encauzar su proceso de conversión y guiarlos hacia la Gloria que les aguardaba por haber sido los primeros en acoger el cristianismo y en colaborar en su propagación por la Nueva España. Misma que encontrarás dentro de nuestra colección, con dos excepcionales representaciones con calidad de museo que están disponibles para ti en nuestra colección. Instagram: @rodrigoriverolake y @galeriarrl Website: rodrigoriverolake.com Texto: Rodrigo Rivero Lake Imágenes: F.P. Derechos Reservados 2025
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