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Hacia el año 270 en Capadocia, entonces territorio del Imperio Romano —hoy la bella e interesante Turquía—, nació San Jorge, patrono de Inglaterra. Desde muy joven siguió los pasos de su padre —Geroncio, capitán del ejército— y se enroló como soldado, ingresando al séquito del emperador Diocleciano, en donde llegó a ser capitán e integrante de honor de la guardia real. Las cosas cambiaron drásticamente cuando Diocleciano decidió poner en marcha una violenta persecución en contra de la comunidad cristiana. San Jorge —cristiano confeso— se rehusó a renunciar a su fe en Jesús, por lo que fue sometido a martirio y sentenciado a muerte por decapitación. El 23 de abril del año 303, a los veintitantos años, murió sin miedo y aferrado a su fe en Lidda, Palestina. A pesar de que su leyenda ha sido catalogada por la Iglesia católica como apócrifa, pocos son los santos que han despertado tal fervor popular. Él es patrono no solo de Inglaterra, sino de varios países e innumerables ciudades en el mundo entero: Portugal, Bulgaria, Ucrania, Etiopía y Georgia son algunas de las naciones que se cobijan bajo la protección de su sombra. Su nombre —que significa “trabajador de la tierra”— ha sido traducido a una multitud de lenguas (Gorka, Georgios, Juraj, Göran, Zorzo, Seoirse, Giwargis) y resuena en las muchas iglesias consagradas a él, desde Siria, Palestina, Egipto y Etiopía hasta Georgia, Roma, Rávena, Ferrara, Milán, Barcelona, Francia y Alemania, inclusive en todas las Américas. Cuenta la leyenda que, durante uno de sus viajes por la ciudad oriental de Silca, San Jorge se enfrentó valerosamente a una feroz bestia —un dragón según la tradición popular— que habitaba junto a un lago y que asolaba diariamente a los habitantes del lugar, devorándolos o matándolos con su aliento venenoso. Un día, la bestia capturó a la hija del rey, pero antes de que pudiera hacerle algún daño, apareció cabalgando un corcel blanco y con su lanza en mano un caballero de la ciudad de Capadocia llamado Jorge, que combatió exitosamente con enorme bravura al temible dragón. Logró domarlo, liberando de su yugo a un pueblo entero y rescatando de su cruel destino a la princesa, a quien le regaló una rosa que brotó de la sangre del animal herido. Según la versión de la Leyenda Dorada, San Jorge ató con una cuerda a la cintura de la princesa al dragón ya vencido, simbolizando así el triunfo de la Iglesia y logrando que gran parte de la multitud ahí presente se convirtiera a la fe de Cristo. En el arte, San Jorge ha sido representado ampliamente, volviéndose especialmente popular en Europa durante el medioevo. Generalmente se le ve vestido de militar con capa, coraza y casco —como buen adalid del imaginario medieval—, cabalgando en un corcel blanco mientras atraviesa con su lanza a un agonizante dragón ensangrentado. En ocasiones, en un segundo plano está presente la figura de la princesa rescatada, en postura de oración. Fue durante la Edad Media —en la época de las cruzadas— cuando, gracias a su figura y leyenda caballeresca, San Jorge adquirió fama en Occidente, entre reyes y plebeyos por igual. Ricardo Corazón de León, por ejemplo, fue quien extendió su devoción por tierras europeas, principalmente en Inglaterra, en donde adoptaron su cruz (roja sobre fondo blanco) como enseña nacional. Protector de los cruzados, templarios, caballeros, soldados, jinetes, arqueros y armeros, desde entonces se le ha invocado como protector contra brujas, serpientes venenosas y todo tipo de animal ponzoñoso y venenos en general, así como contra la lepra, la sífilis y la peste. Actualizándolo, sería la pandemia digital. Instagram: @rodrigoriverolake y @galeriarrl Website: rodrigoriverolake.com Texto: Rodrigo Rivero Lake Imágenes: F.P. Derechos Reservados 2025
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