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En el corazón del sur de Francia, entre muros de piedra seca, manantiales ocultos y tierras de cal y arcilla, florece cada primavera un tesoro botánico: la rosa Centifolia. En Grasse, cuna histórica del perfume, esta flor no solo se cultiva, se venera. Y en el Domaine de la Rose, propiedad de Lancôme, su cosecha terminó hace apenas unas semanas, dejando tras de sí el eco de un arte que resiste al tiempo. Con su fachada rosa, su puerta redonda y sus ventanales inmensos, el Domaine parece una postal. Pero detrás de esa belleza aparente, se teje algo mucho más complejo; una coreografía exacta entre clima, paciencia y memoria. Durante mayo, más de 40,000 rosales fueron vigilados de cerca. La Centifolia no se apresura, florece cuando considera ella misma su estado de maduración Y si no se recoge ese mismo día, se pierde. "No hay segunda oportunidad", explica Antoine Leclef, responsable de los cultivos del lugar. Lancôme, que celebró este año su 90 aniversario superando los 4 mil millones de euros en ventas, no es la única en rendirse a la rosa de Grasse. Dior, Chanel y Louis Vuitton también cultivan allí, en territorios donde el saber hacer es tan valioso como la materia prima misma. Habiendo que decir, que el arte del perfume ha sido inscrito como patrimonio inmaterial de la Unesco. En el Domaine, que la firma compró en 2020, también crecen jazmín, iris y verbenas. Pero es la Centifolia con sus pétalos aterciopelados y su aroma profundo, la que reina. Unas pocas toneladas fueron recolectadas este año para dar vida a solo 14 fragancias de edición limitada. Cada frasco, vendido por más de 200 euros, contenía no solo un perfume, sino una promesa sensorial. De cada 800 kilos de rosas, se obtenía apenas un kilo de absoluto, transformado por la firma Firmenich en menos de hora y media tras la recolección. Pero como en todo lo verdaderamente significativo, el riesgo es parte del proceso. Un cambio de clima, un insecto intruso, y todo se esfuma. “Esa es la ley del lujo: cuando se acaba, se acaba”, afirma Lucie Careri, directora del Domaine. La Centifolia de Grasse es como la alta costura: un arte vivo, frágil, y amenazado. “Es una especialidad que puede desaparecer, como la costura a mano. Por eso mismo, la industria local ha comenzado a tejer nuevas redes con jóvenes agricultores, impulsando contratos justos y buscando revivir plantas olvidadas. La competencia entre grandes casas dio paso a una colaboración histórica, diez de ellas, acordaron un pliego para proteger la denominación geográfica “Absolue de Grasse”. Mientras tanto, Chanel sigue fiel a su alianza con la familia Mul para su icónico Nº5. Dior ha establecido acuerdos exclusivos con productores locales. Y todas ellas, junto a Lancôme y Louis Vuitton, forman parte de la asociación “Les fleurs d’exception du pays de Grasse”, dedicada a preservar la agricultura orgánica en la región. Grasse no volverá a tener los 5.000 productores que tuvo en los años cincuenta. Pero con setenta hectáreas ya protegidas y una demanda que no cesa, su rosa más preciada sigue latiendo en cada frasco de perfume. La Centifolia, es una resistencia aromática frente al olvido, un lujo que no se fabrica, se cultiva.
Texto: Andrea Suárez @andrea.suca Imágenes: F.P. Derechos Reservados 2025
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