Es cierto que, como lo dicen muchas voces especialistas en el tema, al género es una completa actuación, un performance. Todas las personas actuamos, de alguna manera o de otra, a ser lo que se espera de cada persona de acuerdo a su género.
En realidad, las prendas no son de hombre o de mujer, solo son parte del performance de género, y se suman a esos grandes y pequeños gestos que definen las identidades: una prenda que se abotona por la espalda será de mujer, mientras que una que tenga los botones al frente y del lado derecho será de hombre. Los pequeños detalles que no vemos cuando están en el lugar que consideramos correcto se vuelven grandes incomodidades cuando no es así. En el 2011 presenté la colección “Mi cuerpo es mi escultura”, en ella la ropa masculina tenía moños integrados a las camisas, el ajuste de la ropa impedía ciertos movimientos, había blusas para hombre abotonadas por la espalda y hasta miriñaques debajo de los sacos con faldones. Fue un acercamiento a algo más que a la moda queer, fue una manera de tratar de estudiar y entender lo queer desde la experiencia de usar la ropa. Conservo algunas prendas de esa colección y mi esposo y yo las utilizamos, causando la misma conmoción entre las personas que nos mira, lo mismo hoy que hace casi 14 años que esta ropa fue diseñada. Históricamente la moda queer ha estado presente en la sociedad a través de códigos ocultos que solo aquellas personas iniciadas dominan. El clavel verde en la solapa de Oscar Wilde no solo se volvió un referente de la comunidad gay de su época, sino que definió fuertemente a la cultura dandy como expresión de los hombres gay del siglo XX y XXI. El arete en la oreja derecha, lo mismo que los brazaletes de cuero (ya sea en cualquiera de las dos muñecas o en ambas), se convirtieron también en la definición de la orientación sexual y/o el rol sexual de algunas generaciones de personas LGBTQ+. Pero ser queer se extiende más allá de la orientación sexual de los varones. Se define desde otras experiencias corporales que tienen que ver con la moda: los cuerpos diversos, la moda grunge, las prendas de trabajo masculinas en cuerpos femeninos y un larguísimo etcétera. En pocas palabras, ser queer es ser raro en un mundo donde todos queremos ser normales…aunque el realidad ser normal no es ni tan fácil ni tan común. Hoy en día las generaciones más jóvenes emulan los estilos queer o adoptan algunos de ellos, ya sea como simples declaraciones de moda o de identidad. Los hombres recurren a la manicura o las mujeres rechazan el uso de maquillaje, por mencionar dos ejemplos. Pero en realidad, ¿qué tanto la moda queer sigue siendo parte de un fenómeno que pocos se atreven a adoptar?, más de veinte años después de los hombres en falda de Jean Paul Gaultier o de la moda unisex de Yamamoto, ¿qué tanto siguen siendo subversivos los pequeños gestos de las identidades queer?
Quizá en efecto vivimos un momento donde la identidad de género se entiende como más fluida y eso lo vemos reflejado en la moda, en sus definiciones de talla o en la clasificación de la ropa por departamentos. Pero también es cierto que cada vez las voces conservadoras pretenden invalidad las experiencias e identidades queer por medio de discursos como “la moda pasada era mejor” o “antes las personas entendían más de elegancia”…no lo sé, de todos modos, yo prefiero seguir entallando mis trajes y abrigos de caballero por la cintura, aunque sea 1/16 de pulgada, porque conozco el peso que puede tener el pequeño gesto invisible de marcar una cintura. Instagram: @GuillermoLeónLB Podcast: El Reino de la Historia de la Moda Website: guillermoleon.com.mx Texto: Guillermo León Imágenes: F.P. Derechos Reservados 2024
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