Corría el año de 1994. Éramos jóvenes, insolentes y —yo supongo— algo bellos. Solíamos ir a Coyoacán a tomarnos un café, a la Cineteca, a muchas exposiciones en museos y a perder el tiempo como mejor podíamos. Gracias a tu intelecto e imaginación inagotables, aprendí de ti numerosas frases y expresiones que aún hoy en día utilizo… No sé si las inventé junto contigo o si se me ocurrieron después; el caso es que hoy forman parte de mi lenguaje diario. Ese tipo de cosas son lo que quiero recordar de ti. El primer jueves de este mayo dejó de existir Bernardo Hernández Bonnet, uno de los grandes periodistas que ha tenido la moda no solo en México —me atrevo a decir que en toda habla hispana—. Diseñador de moda por profesión, fue por vocación uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. Lo mismo fue capaz de memorizar los poemas de Pita Amor que de coordinar las ediciones de moda para Harper’s Bazaar en México a principios del siglo XXI. Nunca necesitó reinventar su estilo. Fue un exponente del pop-glam-punk desde que lo conocí hasta la última vez que nos vimos. Con su pelo negro azabache transitó por innumerables medios de comunicación. Su imagen fue eterna porque, como los grandes diseñadores, entendía que un estilo debe ser reconocible para ser memorable. Lo que sí supo reinventar una y otra vez fue su permanencia en la prensa de moda, en donde la palabra era la protagonista y la imagen el marco de sus ideas. Cuando nadie entendía muy bien cómo es que iba a impactar la internet en nuestra cultura, él colaboró con uno de los primeros portales de estilo de vida, llamado Obsidiana.com. Después, consciente de la importancia de los medios tradicionales y de los grandes títulos de la industria editorial, migró a ser editor de una de mis publicaciones favoritas: Día 7. Conservo grandes recuerdos de esa etapa en su trayectoria. Con audacia y rigor académico me comisionó varias ilustraciones para ese suplemento; recuerdo especialmente un número para el que hicimos un diorama de vestidos de novia, emulando los atuendos para boda más memorables de la historia. ¡Cuántas horas de trabajo me tomó representar el smoking blanco de Bianca Jagger con todo y sombrero! Colaboré con él mano a mano en varios números de este semanario, hasta que —sin saberlo— cumplió el sueño que tuve desde niño: aparecer en esas páginas. Una de las entrevistas más hermosas que conservo en mi catálogo de publicaciones, con motivo de mi trabajo como diseñador, fue la que me realizó Bernardo para Día 7, donde la bellísima Viña Machado modela uno de mis vestidos más preciados. Yo aparezco en una foto más pequeña (porque nadie se atrevería tan siquiera a intentar eclipsar a esta modelo), echando a volar mi sombrero y dando una pose en tres cuartos que me hace pensar que alguna vez fui guapo. Un título arrogante pero encantador encabeza esa página: “Magia negra”. Nadie habría podido inventar un mejor nombre para ese vestido, solo Bernardo, que me conocía tan bien. De Día 7 transitó a otra publicación semanal llamada Tentación. Ahí volvimos a colaborar juntos, siempre porque él me buscaba para ilustrar las páginas que escribía. Otra entrevista sobre mi trabajo me llevó a estas páginas. La foto era tan bella que se sintió obligado a llamarme por teléfono y disculparse por no haberme puesto en la portada: —Tentación es una publicación primordialmente femenina, entenderás que no podía darte ese espacio—. Todavía me sonrío cuando recuerdo esta llamada. Nunca se lo dije, pero siempre me sentí bastante agradecido por todos los espacios que me permitió ocupar en los medios donde colaboró, mi ausencia en la portada era lo de menos. Su siguiente parada —porque como los trenes victorianos era sumamente puntual pero no sabía quedarse quieto— fue la revista Glow. Cuando Fashion Week México prescindió sin mayor explicación de mis presentaciones, Bernardo Hernández me dio toda una página para escribir un texto acerca de cómo me sentía, algo que agradeceré toda mi vida. Ahí aparecieron mis vestidos (algunos en una cobertura sin precedentes de 5 portadas con motivo de mi segunda presentación en Dubrovnik), mi salón de belleza (porque alguna vez tuve uno), y hasta mis peinados (porque también he sido peinador, por si querían saberlo). Glow nos regaló muchas cosas, pero la más importante fue la oportunidad de vernos muy seguido para comer, inventar nuevos proyectos y diseñar juntos gran parte de la ropa que le confeccioné. Bernardo fue uno de los grandes coleccionistas de mis diseños, los cuales portó con orgullo y con su muy particular estilo. Llenas de detalles, todas esas prendas cuentan una sola historia: la de mi amor por el oficio de la costura. En el año 2012, una cirugía mayor me mantuvo hospitalizado y posteriormente en cama. Supe que no quiso ir a verme al hospital porque no tenía ganas de sentirse deprimido. Nunca se lo reproché, su forma de querer a todos siempre fue muy particular. Las primeras ilustraciones que hice pocos meses después de esa intervención, que me impidió durante algún tiempo hasta escribir, las dibujé (con mucho esfuerzo y temor a fracasar) para Bernardo y su nuevo proyecto: otro portal de estilo y belleza donde volvió a hacer lo que más le gustaba, escribir sobre moda. Por supuesto, no olvido todos los años durante los que colaboró para El Universal, donde tuvo una columna en la sección Estilos, en la que múltiples veces citó mis frases y nuestras anécdotas. Tampoco olvido mi primer desfile, aquel que hicimos un colectivo de diseñadores en un bar llamado “La Bola” y para el cuál él hizo la coordinación de escena de mi participación, ambos íbamos comenzando en esto y nos ganaba la rebeldía de nuestros tiernos veinte años; como tenía que ser puso a caminar a mis modelos con la música de Marilyn Manson como fondo. Atesoro con cariño que, cuando comencé a hacer fotos de mis diseños, aceptó mi propuesta de escribir unos textos para unas pequeñas historias de moda que publicamos en el blog de mi página de internet, él mismo sugirió el nombre de ese material, habrían de llamarse “booklets”, tabajamos juntos en eso unos seis meses.
Conversatorios, sobremesas, conferencias, películas, desfiles de moda y grandes celebraciones… Todos esos eventos alguna vez fueron los lugares donde nos encontramos. Muchos saben sobre lo histriónico que era, pero pocos saben que Bernardo imitaba a la perfección a María Félix: —¡Vámonos, Guillermo, vámonos a donde nadie nos conozca, a empezar desde cero!—, me decía a veces entre bromas, imitando con la voz profunda y ligeramente musical de la Doña los diálogos de la película Tizoc. Nixtamal Glam será la obra póstuma con la que lo recordaremos aquellos a quienes nos gusta la lectura y el cruce entre la cultura popular y la moda. Un libro que autopublicó, ahora lo entiendo bien, a modo de despedida. Muchas cosas recordaré de Bernardo. No puedo enlistarlas todas, pero quienes nos conocieron pueden adivinar varias que merecen la pena otro texto como este. Escribo estas líneas a manera de homenaje, pero también como testimonio de que existió este gran escritor: un hombre creativo, culto y preparado que nos regaló mares y mareas de tinta en revistas, periódicos y medios de comunicación. Alguien que tuvo una mirada distinta sobre la moda, ya fuera como fenómeno social, ya sea como herramienta para la vida cotidiana. Bernardo fue tan cuidadoso en rodearse de belleza y de regalarla a quienes le conocimos, que incluso en el momento más sombrío y triste se aseguró de convocar a la poesía, dejando para nosotros una sola encomienda: Que solo hubiera nardos en su entierro. Instagram: @GuillermoLeónLB Podcast: El Reino de la Historia de la Moda Website: guillermoleon.com.mx Texto: Guillermo León Imágenes: Guillermo León Derechos Reservados 2025
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