Siempre que pienso en mis tías evoco dos cosas que siempre me parecieron el pilar de su casa: la máquina de coser y la comida. Crecí con la idea de que en todas las familias donde había una abuela habitaban la costura doméstica y la cocina familiar. Las grandes cazuelas, ollas y cucharones junto con la máquina de coser, son parte de una herencia que, aunque sea desde la memoria, han servido de ejemplo para hacer que cada quien, a su modo, haga las cosas de cierta manera. Mis tías solían decir, cuando me veían coser, que había yo “abueleado”, ya que mi abuela y bisabuela cosían. También mi abuela paterna lo hacía, es por ello que el escritorio en el que trabajo todos los días está armado con lo que era su máquina de coser. Pero no solo heredé de las abuelas el amor por la costura, también la pasión por la cocina. Y esta vez, gracias a un proyecto en el que fui invitado a participar, es que me puse a reflexionar acerca de la similitud que tienen la costura y la cocina. Son oficios tan necesarios y cercanos a todas las personas y forman parte del testimonio de los tiempos que vivimos. Todos comemos, al igual que todos nos vestimos. No hay mayor cercanía con nuestro cuerpo que la comida y la ropa. Los materiales con los que está hecha la ropa responden a las tendencias de la moda, a las materias primas endémicas y a las tendencias imperantes del momento. Es innegable que toda la ropa que usamos, por más alejada que esté del fenómeno de la moda, termina empapado por ella. Con la cocina pasa lo mismo, guisamos con los materiales que tenemos a la mano, con los insumos endémicos que encontramos disponibles y conocemos por su sabor, pero también preparamos los platillos que se ponen de moda porque los ingredientes que los constituyen lo están. Con el paso del tiempo los lugares donde guardamos nuestra ropa se han hecho más pequeños, antes, a nuestras abuelas, les resultaba indispensable tener una repisa en sus vestidores destinada a ser una sombrerera; las cocinas también se han hecho más pequeñas y hoy en día los utensilios se han hecho más versátiles, lo mismo que los electrodomésticos, de tal manera que se adaptan a los espacios reducidos en nuestras casas o apartamentos. Cocinar y coser son oficios humildes que practican personas de diferentes procedencias y que no siempre tienen formación escolarizada al respecto, pero sí mucho talento. Son nobles porque tienen que ver con dos acciones que engrandecen el alma: alimentar y vestir a los otros. Pero también se cuelan en nuestras emociones, la ropa que nos hicieron las manos de nuestros familiares nos evoca recuerdos, lo mismo que las recetas que alguna vez nos prepararon. Existen grandes nombres internacionales de la costura, como Cristóbal Balenciaga, Gabrielle Chanel o Yves Saint Laurent, quienes crearon grandes obras en la moda desde el respeto y amor a su oficio. También los hay en la gastronomía, como Auguste Escoffier, Julia Child y Antonin Carême, quienes son algunos de los creadores de la cocina moderna, la de los grandes banquetes que ser sirven lo mismo en las cenas diplomáticas más notorias o en los comedores de un hogar cualquiera en Navidad. La fantasía también se ha visto seducida por el talento de que existe en ambos oficios, Edna Moda o el Chef Gusteau nos recuerdan que la creatividad está ligada al dominio del material cuando se trata de talento. Pero Jaq, Gus Gus y Remy, que son la propia alegoría de la humildad, hacen que todo parezca tan fácil que nos dan ganas de intentarlo –no como Flora, Fauna y Primavera quienes recurrieron a su magia para terminar un vestido que no supieron armar— así, la costura y la cocina se han convertido en un símbolo de los sueños que se cumplen, de los recuerdos que nos dan felicidad. “Hasta la Cocina” es una exposición que reúne más de tres siglos de utensilios y recetarios de cocina, algunos muy familiares y otros ya casi en desuso, estos objetos cuentan historias sobre como la cocina ha sido parte de nuestra cultura, personal y colectiva. Ahí hay un molde, bellísimo, con forma de langosta para preparar un mousse frio, unas ollas express de los años veinte, ¡un rodillo de vidrio!, recetarios de la época porfiriana o todo un espacio dedicado a los áspics -que indudablemente me recuerdan a los que preparaba mi mamá cuando tenía invitados en casa- todo estratégicamente colocado entre entrepaños, cajones que se pueden abrir y cerrar, pequeñas vitrinas y espacios con barras que recuerdan a las cocinas que todos conocemos. Como la gastronomía también es diseño, la exposición cuenta con el testimonio en video de ocho chefs mexicanos que reinterpretaron recetas antiguas. Entre estos grandes creadores de la cocina mexicana están Ángel García, Sonia Ortiz, Gustavo Macuitl, Gaby Ruiz y Mariana Valencia. ¿Y qué tiene que ver Guillermo León con la cocina?, me preguntó uno de mis amigos cuando le platicaba del proyecto. Bueno, lo primero que me gustaría decir es lo mucho que me encanta cocinar, un arte que aprendí de mis papás, pero más allá de esto, fue la petición que me hizo el coleccionista y curador de la exposición, Rodrigo Flores, de hacer la recreación de tres épocas históricas donde pudiéramos ver “la moda de la cocina”. Porque también existe la moda utilitaria, aquella que nos permite ejecutar ciertas tareas. Así, elegimos tres momentos en la historia 1900, 1920 y 1955, y buscamos las referencias para recrear los vestidos que se utilizaban para cocinar en esos tres momentos tan distintos entre sí. En estas tres escenas, los protagonistas no solo son los vestidos, sino también los mandiles que sirven para protegerlos, al igual que los textiles que ayudan a mantener la presencia humana en control con los alimentos, cofias, tocas, y guantes para manejar los moldes calientes.
No quisiera decir demasiado acerca de las piezas que ahí se pueden ver, porque prefiero invitarles a que las descubran ustedes. Sin embargo, quiero hablar acerca de lo mucho que aprendí de este proyecto, más allá de los materiales, las siluetas o hasta los peinados que se emularon para cada escena, está el hecho de que la cocina y la costura son oficios nobles, que provienen a veces desde el anonimato o el recuerdo. Un sabor es como el tacto de una tela, nos puede llevar inmediatamente a un momento en nuestra infancia o recordarnos a una persona querida; lo mismo pasa con los sonidos de la cocina y del cuarto de costura, los hervores son como el vapor de la plancha o el ritmo del golpe del cuchillo en la tabla se parece mucho al de la máquina de coser. Como en casa de mis tías, de mi abuela o de mis padres, coser y cocinar son de los actos más nobles porque a través de ellos construimos memorias en los demás. “Hasta la Cocina” puede verse en la Planta Baja del Palacio de Hierro de Polanco hasta el 30 de julio de este año. Instagram: @GuillermoLeónLB Podcast: El Reino de la Historia de la Moda Website: guillermoleon.com.mx Texto: Guillermo León Imágenes: Guillermo León | F.P. Derechos Reservados 2024
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