El pasado 9 de junio, Demna presentó su último desfile de alta costura para Balenciaga. Pero no fue solo una despedida de la maison que dirigió durante casi una década: fue un manifiesto visual y emocional.
El diseñador georgiano, quien tomó el relevo de Alexander Wang en 2015, transformó Balenciaga en un laboratorio estético glamuroso, provocador y profundamente íntimo. Con volúmenes casi imposibles y un romanticismo subversivo, desmanteló la idea clásica del lujo para convertirla en un acto de presencia radical. Como parte de su despedida, Balenciaga abrió al público las puertas de su sede en el número 40 de la Rue de Sèvres, en París, con la exposición gratuita Balenciaga by Demna; misma que del 26 de junio al 9 de julio, los visitantes podrán sumergirse en su última propuesta de prêt-à-porter con una cápsula de piezas que entrelazan el idioma de lo real y de la poesía más pura.
Esta colección final, rebautizada como Exactitudes, fue un remix emocional que reunió fragmentos de 35 colecciones anteriores. Las piezas se entrelazan con nuevas creaciones y prendas tomadas directamente del guardarropa personal del diseñador, componiendo un autorretrato no solo como creador, sino como un observador radical del vestuario contemporáneo. Y como último acto —tan inesperado como poderoso—, una de las invitadas estrella fue Britney Spears, quien curó la playlist de Balenciaga Music con un repertorio íntimo y vibrante.
A la par, se lanzó una cápsula visual con camisetas, sudaderas y gorras adornadas con herrajes metálicos, que lejos de ser solo una colaboración, fue un guiño generacional a la unión de dos figuras que redefinieron la permanencia a través de la reinvención. Texto: Andrea Suárez @andrea.suca Imágenes: F.P. Derechos Reservados 2025
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