La Pascua es mucho más que una fecha en el calendario. Es un recordatorio suave, pero firme, de que siempre podemos volver a empezar. En medio del ruido, las agendas llenas y las expectativas —propias y ajenas—, esta temporada nos invita a pausar, mirar hacia dentro y preguntarnos: ¿Qué necesito soltar para poder renacer? Paramahansa Yogananda decía que la resurrección de Cristo simboliza el despertar del alma humana, que trasciende la materia y reconoce su naturaleza divina. No se trata de un evento lejano o externo, sino de una posibilidad viva en cada uno de nosotros: morir a lo viejo —al ego, al rencor, al miedo— y nacer a una conciencia más alta, más libre, más amorosa. Reflexionar no es solo repasar lo vivido; es atrevernos a ver con honestidad lo que duele, lo que callamos, lo que cargamos por miedo o costumbre. Es, también, un acto de valentía y amor propio. Y perdonar… eso sí que es un arte. No se trata de justificar ni olvidar, sino de liberarnos del peso de seguir esperando que el otro cambie o repare. A veces, el perdón más transformador es el que nos damos a nosotros mismos: por no haber sabido antes, por no haber podido más, por habernos negado ternura. La Pascua, con su promesa de vida nueva, nos recuerda que no estamos hechas de finales, sino de comienzos. Y que cada vez que elegimos sanar, aunque sea en silencio, estamos honrando la vida en su forma más pura.
Hoy te invito a regalarte un instante de quietud. A mirar hacia dentro con ternura y valentía. A perdonar, a perdonarte. Y a confiar en que, como la tierra en primavera, tú también sabes cómo florecer. Instagram: @alequinterooria Texto: Alejandra Quintero Imágenes: F.P. Derechos Reservados 2025
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